Hernia inguinal: dolor y dolor crónico

Hernia inguinal y dolor

Algunas hernias inguinales pueden presentar poco o ningún dolor, incluso si son grandes o han estado presentes durante mucho tiempo.

En otros casos, podemos encontrarnos con hernias que acaban de empezar, muy pequeñas o aún no visibles, pero muy dolorosas.

Está claro que no hay mucha correlación directa entre el dolor y el peligro de una hernia. Al contrario, a veces las hernias que no son muy dolorosas actúan en detrimento del paciente, dándole la impresión de que puede vivir con el problema a tope.

Sin embargo, no es raro que en estos casos, poco sintomáticos, la enfermedad se complique sin previo aviso.

Por la región inguinal pasan tres nervios sensitivos por lado: el ileo-hipogástrico, el ileo-inguinal y el genito-femoral.

Estos tres nervios discurren por la región inguinal y , cuando son comprimidos por la hernia, pueden provocar dolor. La compresión del nervio se produce en la región inguinal, pero el dolor también puede sentirse en otras zonas como la cara interna del muslo, el testículo y no en los cuadrantes abdominales inferiores, que son todos territorios de los tres nervios inguinales.

Por ello, no es infrecuente que una hernia inguinal provoque dolor en zonas aparentemente alejadas, como la cara interna del muslo.

En general, si la reparación de una hernia se realiza correctamente, los síntomas de dolor remiten de forma independiente al eliminarse la compresión del nervio.

Hernia inguinal y dolor postoperatorio crónico

Dependiendo del tipo de técnica utilizada para la reparación de la hernia, puede haber un riesgo bajo de que sea la propia operación la que genere dolor. Si el dolor persiste durante más de un determinado número de meses, puede denominarse dolor crónico.

Este fenómeno se produce especialmente en las técnicas con incisión quirúrgica y prótesis insertadas dentro del canal inguinal. De hecho, estas reconstrucciones (en un modesto porcentaje de casos), pueden implicar el riesgo de que uno de los tres nervios sensoriales de la ingle (ileo-hipogástrico, ileo-inguinal y genito-femoral) entre en contacto y entre en conflicto con la malla o sus puntos de fijación. También hay casos en los que más de uno de los tres nervios están implicados en dicha conflictos neuroprotésicos.

Esta complicación, poco frecuente pero angustiosa, puede llevar a una reintervención con retirada de la prótesis y a la triple neurectomía inguinal. Incluso en la laparoscopia existe un cierto porcentaje de desarrollo de dolor postoperatorio crónico debido a que las mallas suelen fijarse con medios de anclaje bastante traumáticos (llamados tucks). Esta fijación protésica a veces anula la mini-invasión laparoscópica al irritar o lesionar los nervios.

En nuestra práctica clínica preferimos las técnicas robóticas con acceso R-TAPP porque gracias a la destreza y a las características de los instrumentos, es posible utilizar diferentes materiales que son muy ligeros y autofijables y, por lo tanto, no requieren pliegues.

El hecho de que las prótesis ya no se anclen con pliegues, sino que simplemente se fijen a los tejidos y se sitúen en una región fuera del canal inguinal, minimiza el riesgo de conflicto neuroprotésico y, por tanto, de dolor crónico postoperatorio..

También utilizamos con frecuencia esta solución reconstructiva en combinación con la neurolisis o la neurectomía en aquellos pacientes que ya sufren dolor crónico como resultado de una cirugía anterior.

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